Dario Salas Sommer




Inicio « Otra Cara de La Ciencia.

La ciencia sin Moral –  maldición de nuestra civilización.
Lo que no evoluciona dentro de la naturaleza es condenado a la extinción para ser reemplazado por algo más de acuerdo con la armonía universal. ¿Cuál es en este caso el propósito evolutivo de la existencia del ser humano después de lograr escaparse del rebaño animal y hacerse independiente? Evidentemente, es la evolución de su conciencia para llegar a transformarse en un ser humano espiritual. ¿Se ha cumplido con este fin o la humanidad se dirige hacia su destrucción?
             Lo cierto es que poquísimos individuos en la historia del mundo han cumplido con la exigencia primordial de la Naturaleza alcanzando la hominalidad superior. El resto parece estar interesado solo en  guerrear, destruir, corromper, y experimentar un placer orgásmico de la existencia aun a costa de la esclavitud o destrucción total.
             De este modo el ser humano se convirtió, al nivel de la especie, en un animal corrompido, con sus instintos naturales ensuciados por las pasiones, sin lograr elevarse hacia una real condición humana.

           Por la misma razón la ciencia no ha logrado encontrar la plataforma moral correspondiente a una civilización superior y en vez de esto ha caído en la utilización materialista del conocimiento puesto al servicio del lucro y el poder. Es frecuente que no exista dinero para investigaciones no rentables, por importantes que estas sean, creando una cultura materialista y utilitarista.
            Se ha cometido el error de desarrollar el intelecto al máximo sin poseer  conciencia del bien y el mal desde un punto de vista superior, obviando el hecho que la inteligencia sin conciencia puede desviarse hacia el lado oscuro de la existencia desnaturalizando la esencia de las cosas. Un buen ejemplo es el de la industria de la salud pública que en la mayoría de los países se ha convertido en uno de los negocios más rentables, y no es que la rentabilidad sea una mala cosa, pero si lo es la deshumanización que esto conlleva.
            El último siglo se caracteriza por guerras duraderas y armamentismo increíble desarrollado por los mejores representantes de la ciencia, que se convierten también en responsables de la destrucción originada. En el pasado, sin embargo, existían otros científicos que llegaron a enfrentar las torturas y hogueras de la inquisición para no renunciar a la verdad y entregar al mundo una esperanza de vida mejor.
            ¿Cómo fue que la ciencia moderna se puso al servicio de la ideología del consumismo y el atemorizamiento convirtiéndose en esclava de la política y  de aquella industria, cuyo objetivo es el enriquecimiento ajeno al  desarrollo verdadero de la persona?
            Sabemos que en los tiempos del antiguo Egipto el conocimiento sobre las leyes de la Naturaleza y el Universo eran entregados solamente a personas con cualidades morales superiores quienes pasaban pruebas difíciles, venciendo su egoísmo animal y demostrando  la pureza de sus pensamientos y disposición para servir a la humanidad.

           ¿Que sabemos sobre el mundo interno de los científicos contemporáneos? ¿Cuáles son sus metas y aspiraciones? ¿Son capaces de manejar sus emociones y los impulsos destructivos? ¿Se distinguen ellos de las otras personas, cuyo mundo interno no ha cambiado en la sucesión de los siglos, cuyas pasiones no son sublimadas ni sometidos a la voluntad sino que, por el contrario,  son más fuertes y peligrosas, que en la época de las cavernas?
             No es posible opinar profundamente sobre la ciencia contemporánea si no examinamos la ciencia y los científicos en relación con la sociedad y sus enfermedades físicas y carencias mentales.
           La definición tradicional de la ciencia es el conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados, de los que se deducen principios y leyes generales. Es el conocimiento sistematizado, elaborado mediante observaciones, razonamientos y pruebas metódicamente organizadas. A base de esta actividad se genera los conocimientos nuevos que no sólo describen los fenómenos observados sino también permiten hacer predicciones concretas, cuantitativas y comprobables, construir las relaciones entre la causa y el efecto y como el resultado — tomar las decisiones correctas.
         El sentido común y el simple análisis de la situación creada en nuestro planeta comprueba que el objetivo de la ciencia – el establecimiento de las relaciones entre la causa y el efecto y el comportamiento consciente en base a este análisis – no se cumple, lo que tiene un efecto funesto en el mundo y  la calidad de  vida.
        Se puede comparar la condición de la persona contemporánea con un jardín infantil donde como juguetes se utilizaran  armas de fuego y  substancias explosivas o venenosas.  En realidad tenemos el arsenal completo de « juguetes» parecidos: la energía nuclear, los misiles balísticos, los láseres, los satélites artificiales y el arma geofísica y climática con que el ser humano se entretiene corriendo el riesgo de destruir el planeta, lo que no es una metáfora.
        En agosto de 2009 la revista científica Nature ha publicado un artículo sobre la militarización de la biología y la necesidad de un riguroso control de este proceso,  planteando el dilema sobre la responsabilidad de la ciencia por la creación de las armas de destrucción masiva. El artículo comenzaba por la súplica alarmada de la Asociación de los médicos de Gran Bretaña: «Si seguimos con nuestra conducta omisiva y el uso de el arma bioquímica no sea rigurosamente reglamentada, entraremos en un camino resbaladizo, al final del cual llegaremos a la militarización de la biología y la manipulación intencionada de las emociones, la memoria, las reacciones inmunes y hasta de las capacidades reproductivas de las personas».

     Citaremos algunas declaraciones del ambiente científico, que reflejan que lo que pasa en esta área:
       Jonathan Moreno, profesor de ética en la Universidad de Pensilvania.
 «Hoy mediante la militarización de las ciencias naturales se deteriora no sólo el derecho de «libertad, la independencia y la conservación de la confidencialidad», sino también el sistema de la justicia de los EEUU, que no está preparada a funcionar en aquella situación, cuando el estado que controla total la actividad de sus ciudadanos, encuentra los nuevos modos mantener las personas bajo su control. Con este objetivo las investigaciones biológicas se hacen secretas en nombre de los intereses la «seguridad nacional» mítico. Paulatinamente las investigaciones biológicas y médicas bajo la égida DARPA y el Pentágono se convierten en una nueva rama de la elaboración de los armamentos, mientras las tecnologías interactivas como si deben «perfeccionar» las capacidades de ser humano, pero en realidad están aplicadas para la invasión en los pensamientos y la mente de los ciudadanos».
     Freeman Dyson, uno de los fundadores de la electrodinámica cuántica y la teoría cuántica del campo (el Instituto de las investigaciones perspectivas, Princeton, Nueva Jersey, EEUU) escribe: «Hace cincuenta años en Princeton el matemático John von Neumann ha elaborado y construido el primer computador que seguía las instrucciones codificadas, introducidas en él, es decir los programas del computador. El computador no fue inventado por John von Neumann, pero él elaboró los programas. John von Neumann comprendía que su invención cambiaría el mundo. Él comprendía que las generaciones futuras de estas maquinas se convertirían en la base del desarrollo de la ciencia, el negocio y el estado. Pero no logró prever que al final  los computadores serían tan domesticados que servirían de  juguetes para niños de tres años. Él no podía imaginar que en el siglo XXI los juegos de computador serían tan difundidos en la vida cotidiana.  Por los juegos de computador nuestros nietos crecen con incurable dependencia del computador. Esto es bueno o malo, sano o enfermo, pero las personas y los computadores son vinculados uno con otro «hasta que solo la muerte les separe», más sólidamente que los maridos y mujeres. Ahora hay que esperar algo parecido con las biotecnologías».
     Dave DeWalt, el presidente de McAfee, dice: «Hoy el arma virtual es más peligrosa que la nuclear. La ciberguerra se convirtió en realidad, puesto que los EEUU, Rusia, Francia, Israel y China están muy bien armados con las tecnologías informáticas y armas virtuales. La carrera armamentista  internacional se traslada paulatinamente desde el mundo físico al ambiente on-line, donde los ciberataques pueden tener tanta influencia que destruyen la infraestructura de todo un país, incluso los sistemas energéticos, el abastecimiento de agua y los mercados financieros…».
     Víctor Holstóv, el científico militar ruso, organizador del proceso de la destrucción del arma química sostiene: «Esto parece extraño, pero el desarrollo de las diferentes tecnologías y conocimientos científico se constituye en la amenaza principal para la humanidad. Los descubrimientos mas sofisticados en el campo de la química, biología,  farmacología y nanotecnología tienen dos caras ya que pueden traer el bien o la más terrible desgracia. Lo más probable es que los grandes descubrimientos científico-técnicos en el área de desarrollo de la humanidad serán realizadas en la frontera entre la química y la biología, es decir en las esferas, que ya influyen en la ecología de nuestra planeta».
     Está claro que el abismo entre el nivel tecnológico y el exiguo desarrollo del mundo interior de las personas ha llegado a un nivel alarmante ya que el conocimiento científico contemporáneo carece de la sabiduría necesaria para observar un comportamiento ético y espiritual superior.
    Todavía existen científicos, que comprenden estos problemas, pero, ¿ darán oído los Gobiernos a sus opiniones, para cambiar la situación actual?  Podrán comprender que el bienestar del Estado depende ante todo del nivel de conciencia de cada individuo y  la comprensión de su papel cómo célula de un organismo único?
     En mi libro «Moral para el siglo XXI»  yo expresaba mi opinión que los Estados deben invertir en la educación basada en la sabiduría, y no la información; en la educación basada en la responsabilidad de cada uno sobre lo que ocurre en el planeta. La cantidad del conocimiento acumulado en la cultura como podemos ver en muchos ejemplos, no involucra en absoluto acumulación de  sabiduría.
     Mientras mayor sea la cantidad de información, disminuye la capacidad de comprensión y aumenta la entropía del conocimiento creciendo el intelecto pero no la sabiduría. Podemos convertirnos en gigantes intelectuales, elaborar los computadores más sofisticados y potentes, y hasta viajar a otros planetas, pero en el mundo de la conciencia somos niños impotentes sin capacidad de prever las consecuencias catastróficas de nuestros actos e invenciones.
     El mundo nos hace recordar al escorpión que se mata a sí mismo con su aguijón, y al sistema educacional como una manipulación mental en la que jamás se logra su propósito fundamental que es el de obtener una dosis aceptable de sabiduría para aproximarse unos pocos centímetros a la excelencia humana.
     Es importante señalar que la ciencia ha aportado mucho para hacer la vida humana mejor, pero cada medalla tiene otra cara. Muchos «logros técnicos» se han convertido en  minas explosivas de acción retardado: los submarinos hundidos con los misiles nucleares a bordo, la influencia tóxica de las dioxinas, que se forman cuando queman la basura, la contaminación de las órbitas terrestres que se comparan ya con un basurero, los éxitos de los trasplantes que originan crímenes horrendos  como la venta de personas vivas y el asesinato para obtener los órganos. Y esto ocurre prácticamente en cada área de la ciencia – hay algo que nos ayuda y otra cara que mata y destruye.
     ¿Por qué debe tener moral la ciencia moderna? ¿Para qué sirve a los científicos que elaboran las armas de destrucción en masa o de guerra biológica?
      En nuestra sociedad se hace mucha propaganda sobre la moral y la ética, pero nadie lo percibe en serio; de manera profunda y consciente.  La mayoría interpreta las normas de la moral como los deberes pesados,  cumpliéndolos forzadamente solo en la medida necesaria para no disminuir sus placeres habituales.
     Yo me refiero a la moral como un estado de la Naturaleza donde todo mantiene un equilibrio inestable donde cualquier acontecimiento provoca una respuesta que mantiene la homeóstasis del Universo. Por desgracia, en nuestra cultura las personas ignoran cómo tomar decisiones conscientes, ya que desconocen el método de la visión objetiva de la realidad y la formulación de pronósticos con esta base.
     El ser humano es un depredador que ensucia y destruye su planeta sin pensar en las consecuencias. Acumula dinero proveniente de recursos insustituibles sin considerar que esto conduce a la extinción final de la especie por falta del desarrollo humano verdadero, que no es posible obtener mediante la riqueza material o la mera información.
    ¿Es posible que sea necesario aguardar una sucesión de catástrofes para que el hombre pueda despertar del sueño cataléptico que lo aqueja y reconocer la necesidad de invertir sus recursos materiales y humanos en el logro de la evolución individual en vez de inventar nuevas maneras para destruir el planeta y sus habitantes?
     De acuerdo a la información pública, los gastos militares mundiales en el año 2008 están alrededor 1 500 mil millones de dólares. Solo con 0.01 % de estos gastos se pueden desarrollar directivas de fundamento científico respecto a la interacción del ser humano y la Naturaleza para demostrar que el futuro de cada uno y toda la Humanidad depende del desarrollo del mundo interno del hombre.
     Invito a los científicos del mundo a unirse a esta magna obra.
Dario Salas Sommer


Sitio Oficial:

http://www.dariosalas.com/